Los batllistas nunca nos sentimos iluminados. Por eso abrimos este espacio, para presentar estos documentos y que, periódicamente, iremos debatiendo de manera abierta con aquellas personas de buena voluntad que trabajan —al igual que nosotros— por un tiempo mejor. No otro es el objetivo que nos mueve. Nos podrán creer o no, pero esa es la realidad: contribuir a hacer las cosas bien en un país que se viene acostumbrando a hacerlas mal.

jueves, 5 de junio de 2008

POLITICAS SOCIALES

1. GRANDES LINEAS DE LA EVALUACION DESDE EL RETORNO A LA DEMOCRACIA

Sobre como el pasado no tiene nada que ver con la teoría del derrame

Mito: los gobiernos de los últimos veinte años, desde el retorno de la democracia hasta la llegada del Frente al poder, fueron de corte “neoliberal” y –como tales- aplicaron la “política del derrame”, según la cual el enriquecimiento fruto del crecimiento económico primero llega a la población más rica para después ir expandiéndose, derramándose hacía las categorías menos favorecidas de la población.
Sobreentendido del mito: Aquellos que aplican tal estrategia son inhumanos ya que le dan más importancia a los fríos números macroeconómicos que a las personas, las no pueden esperar años para salir de la pobreza.
Sobreentendido dos: Aquellos que no son “neoliberales” y no apoyan estas políticas están del lado de la gente, representan sus reales intereses. Dicho llanamente: son los buenos.
Si el mito se hubiese cumplido: Si durante el período 1986 a 2005 se hubiese aplicado una feroz política neoliberal, sin reales programas sociales armados en paralelo y hasta en coordinación con la política económica, el sentido común indica que al menos dos cosas tuviesen que haber sucedido:
· La pobreza hubiese bajado a un ritmo muchísimo menor al del crecimiento económico.
· La distribución del ingreso se hubiese mantenido en una situación de inequidad persistente, sin evaluación alguna o con una leve y lenta mejoría de la distribución del ingreso.
Pero la realidad dice que…: Que la pobreza se redujo y mucho durante el período (excluyendo la pre crisis y la crisis del 2002) y que el Uruguay se transformó en la sociedad más equitativa, con mayor justicia social, en términos de distribución del ingreso, del continente.
… se disminuyó en 13 años de 46% a 15% la cantidad de personas pobres: En el primer año tras el retorno a la democracia, la pobreza disminuyó de 46% al 35.5%, es decir un 23% en un año. En los dos primeros años, la disminución fue de 42.5%. Todas estas cifras sobrepasan, y por mucho, el crecimiento macroeconómico que tuvo el país.

… que en los 90, en Uruguay no sólo bajó la pobreza, no sólo disminuyó la desigualdad, sino que además se transformó en el país de mayor justicia social del continente: Entre 1990 y 1997 la desigualdad, medida en términos de concentración del ingreso, disminuyó en Uruguay casi un 25%. Por lejos el mejor resultado entre los principales países de América Latina. Para igual período, la pobreza disminuyó en un 50%. Cuando la pobreza baja tan rotundamente, y el 10% más rico de la población pierde concentración de sus ingresos a favor del 40% más pobre, eso se llama justicia social.

Las actuales cifras de pobreza son asimilables (algo mayores) a las del año 2002, cuando explotó la crisis. Lo mismo sucede con las cifras de indigencia. En el 2002 un 24% (en cifras redondas) de las personas era pobre; en 2007, un 26% es decir una de cada cuatro.
En 1986 cerca de una cada dos personas era pobre: 46%. Cinco años después (igual período que el transcurrido desde el año 2002 a la fecha) 23% de las personas era pobre. De 24 a 26%; de 46 a 23%. Con mucho más inflación, una situación de la economía internacional y nacional incomparablemente menos pujante y sin un ministerio de desarrollo social.
Hoy en día se cuenta con un ministerio, un presupuesto mucho más importante merced a una situación económica que permite esos niveles de gasto, una de las épocas de mayor crecimiento económico que jamás haya vivido el país. Y sin embargo dos constataciones caben:
i. No se logró cumplir con la primera de las promesas electorales, según la cual –de acuerdo a la expresión en una época en voga- “no habría un solo niño más que comiera de la basura en Uruguay”. Es decir, no desapareció la indigencia o –dicho aún de otro modo- no pasó a ser un tema simplemente marginal.
ii. Tampoco se están logrando diseñar políticas y estrategias que constituyan respuestas a las grandes causas de la situación social actual y plantear soluciones de largo plazo frente a la creciente existencia de dos Uruguay, divorciados el uno del otro.
Un inmenso dilema entonces: ¿Cómo con todo un aparato específicamente puesto en pie para diseñar y ejecutar políticas sociales y una situación de excepcional crecimiento, no se percibe mayor cohesión social, mayor equidad social y una disminución drástica de la pobreza y de la indigencia como pudo conocerse en otras épocas no tal lejanas, de menor bonanza y mucho mayor inflación?
Lo que se vino haciendo: Un proyecto más efectista que efectivo. No vale la pena entrar en el análisis de cada uno de los instrumentos puestos en pie porque sería largo y tedioso. Pero sí en los resultados respecto a los objetivos:
· Las cifras de pobreza son altísimas aún, comparables a las de 2002
· La infancia continúa siendo la más castigada
· La situación de niños en las calles es cada vez más grave, como lo señalan las ONGs especializadas
· No se construyen Escuelas de Tiempo Completo
· La sociedad no es más equitativa

SOBRETODO
· No existen estrategias globales y largo placistas de combate a los bloqueos del acceso a los mecanismos de integración social (El acceso a la CI, el programa de alfabetización de adultos, etc., son buenos y necesarios pero una gota en el agua frente, por ejemplo, al 25% de adolescentes que ni estudian ni trabajan)

Con exclusivamente una inyección de dinero sólo se logra ser efectista. Un ejemplo claro de ello, fuera del ámbito nacional: en el 2004 la CEPAL publicó un estudio sobre el barrio Casavalle demostrando que entre la Intendencia de Montevideo y una docena de ONGs, se gastaban cuatro millones de dólares al año en programas de ayuda a ese barrio… Y hoy Casavalle sigue siendo Casavalle. El MIDES, el MIDES; y Uruguay un país con un cuarto de su población pobre, como en el 2002.

3. RECOMENDACIONES

El Estado de bienestar uruguayo demanda ser reconformado de cara a la actual estructura de riesgos que caracteriza al país y que se define por un abanico de problemáticas, entre las cuales resaltan:
· Colectivos y personas excluidas o en riesgo de exclusión
· Pobreza, particularmente el fenómeno de la infantilización de la misma
· Demografía, especialmente el doble fenómeno de fecundidad insatisfecha y las consecuencias del mismo en la estructura demográfica.
El MIDES es un ministerio cuya estructura no refleja una visión de mediano y largo plazo tendiente a avanzar hacia la citada reconformación del Estado de bienestar. En esta línea y partiendo de la base de que el MIDES es un ministerio que debe ser mantenido, se propone introducir en él ciertas reformas. El objetivo sería alcanzar una mayor consonancia con la actual estructura de riesgos.
En tal sentido se trataría de redefinir las cinco direcciones nacionales, así como los programas e institutos bajo la órbita del ministerio, buscando:

Contar con una Dirección Nacional de Políticas Demográficas. Uruguay es un país que crece muy poco y en el cual, desde hace pocos años, los nacimientos comenzaron a bajar. Las mujeres con mayor educación tienen menos hijos de los deseados y las de menor educación, más de los deseados (esto último tiene además un efecto directo sobre la reproducción de la pobreza y la infantilización de la misma). Se trata por ende de contar con políticas demográficas tendiente a superar éstos fenómenos, desde una posición de total respeto por las decisiones correspondientes a la esfera privada.
Priorizar, dentro de las políticas sociales, el área de la infancia actualmente presente en el esquema institucional a través del Programa Infamilia (un programa con financiamiento BID que data de la Administración 2000-2005) y del INAU (éste último con una de las peor administración que se hayan conocido, ello afirmado por todo aquel que se precie de una mínima honestidad intelectual)
Actualmente, el MIDES reduce el concepto de exclusión social a la indigencia y pobreza extrema, para lo cual cuenta con una Dirección Nacional de Asistencia Crítica e Inclusión Social (las “excursione” que hace fuera de esta definición son sobre situación muy importantes pero puntuales, como ser la identificación civil o el analfabetismo adulto). Una definición moderna de la inclusión supone el tener en cuenta a todos los colectivos y personas en riesgo, lo que abarca también, entre otros: discapacitados, adultos mayores dependientes o no, etc.
Esta redefinición de prioridades que debería redundar en un nuevo diseño del MIDES debería realizarse intentando:
La no duplicación de actividades dentro del Estado
Poner la descentralización al servicio de la personalización de las respuestas, más que a la búsqueda de una participación muchas veces no deseada por los implicados
Favorecer la participación y financiamiento del sector privado empresarial en la ejecución de las políticas prioritarias, incentivando (mediante medidas puntuales) la expresión de su responsabilidad social.
En materia de lucha contra la pobreza, no hay milagros posibles: asistir sí a los más necesitados (a cambio de contraprestaciones) y sobretodo contra con políticas ampliamente abarcativas de toda la problemática y desde todos los posibles ángulos de caída hacia la exclusión social.
Dicho de otro modos, hacen falta quienes sepan imaginar los Planes CAIF del 2010, las Escuelas de Tiempo Completo del futuro, los Programas Aduana, la obligatoriedad de la educación inicial. Hace falta la visión global, pragmática y sin contaminación ideológica.