Este no está siendo el país en el que me gusta vivir. No lo es porque, entre otras cosas, cada día me siento más distante con lo que aquí sucede. Y no es sólo un tema referido al gobierno de turno, sino que es a partir del gobierno de turno que la sociedad va tomando un giro que produce malestar generalizado. La izquierda ganó primero una batalla cultural y, luego, la política. Pero para ello fue cambiando cabezas de mucha gente, ambientando un estado de tensión, en el que simpatizar con los partidos históricos pasó a ser poco menos que traición a la Patria. Eso envenenó el alma de buena parte del país y generó un daño tal vez irreparable.
Estamos en una sociedad en la que el individualismo es cada vez más fuerte, en la que la solidaridad social sólo funciona si el Estado la impulsa y donde el miedo al atardecer es cosa de todos los días, porque no hay uruguayo que no haya vivido —él o alguien cercano a él— una situación de violencia. Es, también, una sociedad donde las clases medias le temen a “los marginados” y donde la ciudadanía tiene pánico del gobierno por su afán fiscalista. Es una sociedad en que reina la desconfianza y en la que no hay demasiada fe en el futuro. Con frialdad, despojadas de toda emoción partidaria, las cifras de los que se van dan cuenta de ese fenómeno: más de 18.000 uruguayos por año desisten de dar la pelea acá. Y esto sigue así aun en estos años de supuesta felicidad progresista.
Además, cada vez nacen menos niños. De los 55.000 de hace siete años, ahora andamos por los 47.000. Y la mitad de estas criaturitas nacen en hogares pobres. (¿Se acuerdan de aquel machacón discurso acerca de la “infantilización de la pobreza”? Bueno, hoy sigue exactamente igual, o peor, y nunca se dedicó tanto dinero con tan poco resultado específico).
No lo niego; el gobierno tiene todavía una fuerte capacidad de resistencia porque sus simpatizantes poseen un “aguante” increíble y porque son muchas décadas de socialización negativa hacia los partidos tradicionales. Pero siempre hay un principio del fin.
Intuyo que estamos en ese tiempo bisagra. Tiempo en el que, a pesar de todos los esfuerzos que el gobierno hará por las buenas y por las non sanctas, el imaginario colectivo se empieza a dar vuelta en contra de los gobernantes. ¿Habrá sido que generaron un exceso de expectativas y luego la realidad los asfixió? ¿Será la poca generación de empleo y que el generado es de baja calidad? ¿Habrá sido el IRPF? ¿Habrá sido el estilo del Presidente y de su Ministro de Economía, que de tan soberbios terminan siendo agresivos hacia quienes no los votaron? ¿Habrá sido la saturación mediática de tanto gobernante haciéndose el autobombo a las 8 de la noche, todos los santos días? ¿Habrá sido ese estilo gauche caviar que ensimismó al gobierno entre secretarias, autos oficiales y viajes por el mundo? ¿Habrán sido las faltas de probidad moral de varios funcionarios o los casos de corrupción que los dañaron? La verdad, no sé lo que haya sido. Sólo sé que no imaginaba este escenario hace poco tiempo. Soy de aquéllos que ingenuamente creía que había una sólida intelligentsia de izquierda, de rango académico tipo grado 5, que se iba a llevar el mundo por delante y que iba a cumplir con rigor buena parte de lo prometido. Pensé, genuinamente, que había Frente Amplio para un largo rato.
Es curioso, porque las señales que emitían desde hace décadas hubieran sido suficientes para advertir que no era así y nada de eso iban a lograr. Ni en la Universidad de la República, donde reinan desde hace por lo menos medio siglo, ni en el Municipio capitalino, donde gobiernan hace casi dos décadas, se han caracterizado por hacer las cosas bien. Más bien —es a todas luces evidente— todo lo contrario. Pero yo era de aquéllos que se resistían a creerlo. Sentía que tenían cuadros inteligentes, individuos creativos y un potencial juvenil que era envidiable. Nada de eso apareció a la hora de gobernar, empero. Ganaron las lógicas de poder y los ministerios son cotos de caza de los sectores partidarios del Frente. Canibalizaron el gobierno de manera feroz. Los comunistas para el MIDES. Los socialistas para Cancillería. Y así sucesivamente en toda la Administración. La gente creativa la deben de tener escondida en algún oscuro lugar de la Administración, juntando sellos. Y a los jóvenes los pusieron en el cuartito de atrás, porque la gerontocracia frentista ocupó todo los cargos de relevancia y los cargos intermedios de manera obscena. Inclusive, de las mujeres que han promovido, no hay ninguna que tenga menos de 50 años. No eran tan “progre” como alguna gente creyó.
No, francamente no han hecho las cosas bien. Es insólito —e imperdonable— fracasar en tiempos de expansión económica. Es raro y casi hasta difícil hacerlo. Pero el gobierno lo viene haciendo. La pobreza y la indigencia no bajan demasiado y eso que se gastaron varios cientos de millones de dólares en clave de subsidio al boleo, al mejor estilo peronista. La indigencia, en realidad, está estática. No se mueve. Y ahora empiezan las explicaciones de naturaleza “estructural”, esas que parecen de manualcito soviético. La mortalidad infantil estaba en el 10,6 por mil en el 2006 y el año pasado llegó al 12 por mil.
A su vez, la escalada de precios la vive todo el país, aunque golpea a los más vulnerables con mayor dureza. Y mientras en Europa la inflación es del 6%, acá es del orden del 30% en dólares. Y la rapiña —principal delator de un clima de tensión espantoso, que no es sensación sino vivencia y convicción ciudadanas— subió un 3,5 % en 2007 con relación al 2006. Estos son indicadores concretos, desapasionados, que dan cuenta de los problemas que afectan a uruguayas y uruguayos —como gusta decir al gobierno— de manera objetiva. Los números son del gobierno, no son invento nuestro.
Así no anda un país. Con estas señales, nada bueno se puede divisar en el corto plazo, porque es evidente que hay una amenaza de recesión planetaria; y no parece que se hayan hecho los deberes como para enfrentar ese ciclo con los bolsillos resistentes a los embates que, inevitablemente, vendrán. ¿Recuerdan cuando ante la devaluación brasileña la izquierda recriminaba al gobierno de la época que se debieron haber tomado medidas preventivas? Bueno, ¿y ahora cuál es la razón por la que el gasto público aumenta descomunalmente y no se analiza un paquete de medidas preventivas de lo que irremediablemente le sobrevendrá a la economía nacional, o sea, a todos los uruguayos?
Agreguemos a este picante menú el desastre en materia de política laboral que se viene generando. Han legalizado las ocupaciones y, de esa forma, han roto el impulso hacia el equilibrio entre capital y trabajo que el Estado debe promover para, de ese modo, estimular las inversiones que generan empleo, salarios y una oferta de bienes y servicios que compense la expansión de la demanda. El gobierno es un aliado (¿o aliado-rehén?) del PIT-CNT y todos sus afiliados amparados por el fuero sindical, en un régimen de virtual inamovilidad. En serio, ¿quién va a venir a un país en que la cancha está flechada y en la que el inversor sabe de antemano que entra a jugar ya con 3 ó 4 goles en contra? ¿Cuáles son los ejemplos de inversiones generadoras de trabajo de alta calidad y mucho volumen de las que el gobierno se enorgullece y que sean auténticas de este período? ¿Y cuáles las que hayan tenido lugar en condiciones normales de mercado, en vez de hacerlo asociándose con el Estado, de un modo u otro, y así lograr excepciones respecto del régimen general para compensar, así, esos “goles en contra”?
Sí, efectivamente es un panorama desalentador. Pero eso es, precisamente, lo que lo hace desafiante para nosotros. Los batllistas nos resistimos a que la República quede peronizada. Nos resistimos a creer que no hay un mejor destino para nosotros y para nuestros hijos en esta tierra. Y por eso estamos produciendo estos materiales, que son de rango analítico, y que buscan, desde aproximaciones críticas, avanzar hacia propuestas que en algún momento ambicionamos que el país las procese. No son propuestas acabadas, terminadas. Son sí el puntapié inicial de una mirada que tiene que ver con nuestras concepciones pero que aspiramos a enriquecer con otros aportes y con correcciones que vayan arribando.
Los batllistas nunca nos sentimos iluminados ni titulares de la verdad por derecho divino. Nunca sentimos que teníamos el monopolio de la verdad. Esa cosa mesiánica de creer que la razón es de uno solo es más un asunto psiquiátrico antes que de gente sensata. Por eso abrimos este espacio, para debatir estos documentos que estarán en nuestro weblog y que, periódicamente, iremos debatiendo de manera abierta con aquellas personas de buena voluntad que trabajan —al igual que nosotros— por un tiempo mejor, más inclusivo y más respetuoso de todos en este país. No otro es el objetivo que nos mueve. Nos podrán creer o no, pero esa es la realidad: contribuir a hacer las cosas bien en un país que se viene acostumbrando a hacerlas mal.
Estamos en una sociedad en la que el individualismo es cada vez más fuerte, en la que la solidaridad social sólo funciona si el Estado la impulsa y donde el miedo al atardecer es cosa de todos los días, porque no hay uruguayo que no haya vivido —él o alguien cercano a él— una situación de violencia. Es, también, una sociedad donde las clases medias le temen a “los marginados” y donde la ciudadanía tiene pánico del gobierno por su afán fiscalista. Es una sociedad en que reina la desconfianza y en la que no hay demasiada fe en el futuro. Con frialdad, despojadas de toda emoción partidaria, las cifras de los que se van dan cuenta de ese fenómeno: más de 18.000 uruguayos por año desisten de dar la pelea acá. Y esto sigue así aun en estos años de supuesta felicidad progresista.
Además, cada vez nacen menos niños. De los 55.000 de hace siete años, ahora andamos por los 47.000. Y la mitad de estas criaturitas nacen en hogares pobres. (¿Se acuerdan de aquel machacón discurso acerca de la “infantilización de la pobreza”? Bueno, hoy sigue exactamente igual, o peor, y nunca se dedicó tanto dinero con tan poco resultado específico).
No lo niego; el gobierno tiene todavía una fuerte capacidad de resistencia porque sus simpatizantes poseen un “aguante” increíble y porque son muchas décadas de socialización negativa hacia los partidos tradicionales. Pero siempre hay un principio del fin.
Intuyo que estamos en ese tiempo bisagra. Tiempo en el que, a pesar de todos los esfuerzos que el gobierno hará por las buenas y por las non sanctas, el imaginario colectivo se empieza a dar vuelta en contra de los gobernantes. ¿Habrá sido que generaron un exceso de expectativas y luego la realidad los asfixió? ¿Será la poca generación de empleo y que el generado es de baja calidad? ¿Habrá sido el IRPF? ¿Habrá sido el estilo del Presidente y de su Ministro de Economía, que de tan soberbios terminan siendo agresivos hacia quienes no los votaron? ¿Habrá sido la saturación mediática de tanto gobernante haciéndose el autobombo a las 8 de la noche, todos los santos días? ¿Habrá sido ese estilo gauche caviar que ensimismó al gobierno entre secretarias, autos oficiales y viajes por el mundo? ¿Habrán sido las faltas de probidad moral de varios funcionarios o los casos de corrupción que los dañaron? La verdad, no sé lo que haya sido. Sólo sé que no imaginaba este escenario hace poco tiempo. Soy de aquéllos que ingenuamente creía que había una sólida intelligentsia de izquierda, de rango académico tipo grado 5, que se iba a llevar el mundo por delante y que iba a cumplir con rigor buena parte de lo prometido. Pensé, genuinamente, que había Frente Amplio para un largo rato.
Es curioso, porque las señales que emitían desde hace décadas hubieran sido suficientes para advertir que no era así y nada de eso iban a lograr. Ni en la Universidad de la República, donde reinan desde hace por lo menos medio siglo, ni en el Municipio capitalino, donde gobiernan hace casi dos décadas, se han caracterizado por hacer las cosas bien. Más bien —es a todas luces evidente— todo lo contrario. Pero yo era de aquéllos que se resistían a creerlo. Sentía que tenían cuadros inteligentes, individuos creativos y un potencial juvenil que era envidiable. Nada de eso apareció a la hora de gobernar, empero. Ganaron las lógicas de poder y los ministerios son cotos de caza de los sectores partidarios del Frente. Canibalizaron el gobierno de manera feroz. Los comunistas para el MIDES. Los socialistas para Cancillería. Y así sucesivamente en toda la Administración. La gente creativa la deben de tener escondida en algún oscuro lugar de la Administración, juntando sellos. Y a los jóvenes los pusieron en el cuartito de atrás, porque la gerontocracia frentista ocupó todo los cargos de relevancia y los cargos intermedios de manera obscena. Inclusive, de las mujeres que han promovido, no hay ninguna que tenga menos de 50 años. No eran tan “progre” como alguna gente creyó.
No, francamente no han hecho las cosas bien. Es insólito —e imperdonable— fracasar en tiempos de expansión económica. Es raro y casi hasta difícil hacerlo. Pero el gobierno lo viene haciendo. La pobreza y la indigencia no bajan demasiado y eso que se gastaron varios cientos de millones de dólares en clave de subsidio al boleo, al mejor estilo peronista. La indigencia, en realidad, está estática. No se mueve. Y ahora empiezan las explicaciones de naturaleza “estructural”, esas que parecen de manualcito soviético. La mortalidad infantil estaba en el 10,6 por mil en el 2006 y el año pasado llegó al 12 por mil.
A su vez, la escalada de precios la vive todo el país, aunque golpea a los más vulnerables con mayor dureza. Y mientras en Europa la inflación es del 6%, acá es del orden del 30% en dólares. Y la rapiña —principal delator de un clima de tensión espantoso, que no es sensación sino vivencia y convicción ciudadanas— subió un 3,5 % en 2007 con relación al 2006. Estos son indicadores concretos, desapasionados, que dan cuenta de los problemas que afectan a uruguayas y uruguayos —como gusta decir al gobierno— de manera objetiva. Los números son del gobierno, no son invento nuestro.
Así no anda un país. Con estas señales, nada bueno se puede divisar en el corto plazo, porque es evidente que hay una amenaza de recesión planetaria; y no parece que se hayan hecho los deberes como para enfrentar ese ciclo con los bolsillos resistentes a los embates que, inevitablemente, vendrán. ¿Recuerdan cuando ante la devaluación brasileña la izquierda recriminaba al gobierno de la época que se debieron haber tomado medidas preventivas? Bueno, ¿y ahora cuál es la razón por la que el gasto público aumenta descomunalmente y no se analiza un paquete de medidas preventivas de lo que irremediablemente le sobrevendrá a la economía nacional, o sea, a todos los uruguayos?
Agreguemos a este picante menú el desastre en materia de política laboral que se viene generando. Han legalizado las ocupaciones y, de esa forma, han roto el impulso hacia el equilibrio entre capital y trabajo que el Estado debe promover para, de ese modo, estimular las inversiones que generan empleo, salarios y una oferta de bienes y servicios que compense la expansión de la demanda. El gobierno es un aliado (¿o aliado-rehén?) del PIT-CNT y todos sus afiliados amparados por el fuero sindical, en un régimen de virtual inamovilidad. En serio, ¿quién va a venir a un país en que la cancha está flechada y en la que el inversor sabe de antemano que entra a jugar ya con 3 ó 4 goles en contra? ¿Cuáles son los ejemplos de inversiones generadoras de trabajo de alta calidad y mucho volumen de las que el gobierno se enorgullece y que sean auténticas de este período? ¿Y cuáles las que hayan tenido lugar en condiciones normales de mercado, en vez de hacerlo asociándose con el Estado, de un modo u otro, y así lograr excepciones respecto del régimen general para compensar, así, esos “goles en contra”?
Sí, efectivamente es un panorama desalentador. Pero eso es, precisamente, lo que lo hace desafiante para nosotros. Los batllistas nos resistimos a que la República quede peronizada. Nos resistimos a creer que no hay un mejor destino para nosotros y para nuestros hijos en esta tierra. Y por eso estamos produciendo estos materiales, que son de rango analítico, y que buscan, desde aproximaciones críticas, avanzar hacia propuestas que en algún momento ambicionamos que el país las procese. No son propuestas acabadas, terminadas. Son sí el puntapié inicial de una mirada que tiene que ver con nuestras concepciones pero que aspiramos a enriquecer con otros aportes y con correcciones que vayan arribando.
Los batllistas nunca nos sentimos iluminados ni titulares de la verdad por derecho divino. Nunca sentimos que teníamos el monopolio de la verdad. Esa cosa mesiánica de creer que la razón es de uno solo es más un asunto psiquiátrico antes que de gente sensata. Por eso abrimos este espacio, para debatir estos documentos que estarán en nuestro weblog y que, periódicamente, iremos debatiendo de manera abierta con aquellas personas de buena voluntad que trabajan —al igual que nosotros— por un tiempo mejor, más inclusivo y más respetuoso de todos en este país. No otro es el objetivo que nos mueve. Nos podrán creer o no, pero esa es la realidad: contribuir a hacer las cosas bien en un país que se viene acostumbrando a hacerlas mal.